Unwritten

Once de la mañana de un soleado día de julio en una estación ferroviaria cualquiera. Una chica con falda de tul turquesa espera sentada fumando sin parar. Llega el tren, ella sube, porque no se puede permitir el lujo de perderlo otra vez, y a conciencia. El tiempo se le escapa en algún lugar entre la espalda y el corazón. Después de una cuarentena demasiado larga ese día empieza a reconocerse otra vez en el espejo, o quizá sea sólo una ilusión perecedera. Porqué no hay nada más triste que perderse a uno mismo, aunque la chica está acostumbrada a vivir en modo de búsqueda. A veces busca porqué no encuentra lo que antaño era suyo, otras porqué necesita encontrar la certeza de algo que la empuje hacia delante. El asiento del vagón le parece confortable, tal vez incluso lo suficientemente cómodo como para permanecer allí una buena temporada. El rencor y la rabia se le esfuman con el humo del combustible quemado, dejando paso a un sentimiento de fracaso personal. Pero se siente aliviada y los músculos se le relajan a medida que abandona viejas heridas en cada siguiente estación. Seguramente la chica del tul turquesa se siente fuerte, un poco más que ayer, un poco menos que mañana.

 

1 comentario:

  1. ¡Muchas gracias por tu visita! Es un honor que me comentes, encanto.

    Un abrazo inmenso.

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