El cuentalágrimas

Hoy he contado tus lágrimas. Sí, de tus ojos han caído exactamente 83 gotas de pena, rabia y frustración. No me has dejado preguntarte nada, tal vez no tenías ganas de hablar o simplemente sabías que te entendería sin palabras. Tal vez te parezca que 83 es un mal número, o un número reducido; tal vez crees que todavía no has acabado de llorar, sea como sea da igual, yo las seguiré contando para calcular el peso que te quitas de encima. Verás, aunque tú no lo sepas, la primera ha sido porqué te has dado un golpe con la silla justo al sentarte. Es una tontería, pero eso ya te ha servido para desatar el llanto. Te ha dolido, y la segunda lágrima ha caído porqué te has sentido torpe, porqué cada dos por tres te estás haciendo daño sin saber muy bien por qué; en eso no has cambiado. La tercera ha sido el inicio de un sinfín de gotas que caían de par en par, te has empezado a ofuscar contigo misma y a decirte que todo te sale mal. En ese momento has derramado exactamente 10 lágrimas más; llevamos 13. A las 20 siguientes me ha costado un poco más seguirle el ritmo, porqué has empezado a sollozar como una niña pequeña. Ahí te sentías desprotegida y perdida; lo sé porqué conozco perfectamente los matices de tus lloros, y en ese momento has empezado a respirar como si te ahogaras. De hecho, te has ido ahogando hasta que he contado la lágrima 50. La verdad es que ha sido un poco incómodo, aunque se de antemano que no podía hacer nada para qué pararas. Resumiendo, y por sí no lo quieres aceptar, en esas 37 te has acordado de nosotros. Entonces se ha apoderado de ti un caos tormentoso, porqué aunque no sientes rencor, todavía tienes algo dentro que te remueve las entrañas.
Estaba empezando a pensar que pararías porque a la lágrima 51 has aminorado el ritmo, tu frecuencia cardíaca se ha normalizado y te has abrazado a mí. Ha sido un abrazo fugaz, porqué claro, yo estaba pendiente de otra cosa. Pero al separar tu cuerpo del mío tus ojos volvían a estar a punto de reventar, y entonces interiormente te has dicho algo así como qué no te reconoces, aunque luego has cambiado de opinión diciéndote que eres una fracasada. Yo ya sé que llorando te vuelves un poco loca, pero ahí sabes que te has pasado de la raya porqué en realidad no piensas eso. Total, que de la 51 a la 70 no has hecho más que machacarte por dentro, reprochándote no ser más fuerte, lamentándote por ser tan depresiva, tirándote en cara todos tus errores. Luego te has encendido un cigarro y mientras le dabas una calada detrás de otra me has sorprendido con una sonrisa. Y entonces yo te he devuelto el gesto, pero mientras observaba tu carmín rojo desecho por el líquido que te llegaba a la boca, ha caído la número 71. Creo que ahí eran de alegría, tal vez te has acordado de algún detalle, de algún momento ínfimo que te hizo feliz. Y así, sin quererlo, te has puesto eufórica, riendo y llorando al mismo tiempo hasta llegar a la 82. No sabía muy bien si esas lágrimas debía contarlas, porqué no eran puramente fruto de lo malo, aunque luego he pensado que si el recorrido te había llevado a ese punto también debía tenerlas en cuenta. Ya lo digo yo que eres como una montaña rusa y nadie me hace caso.
Aquel martirio matemático estaba llegando a su fin, menos mal. Tú ya sabes que los números nunca han sido lo mío, que a partir de 50 ya me cuesta contar. El caso es que has parado de golpe y el absoluto silencio apagado por tus sollozos ha aflorado. Y yo he respirado aliviado, por qué sabes que no me gusta verte llorar, por qué sufro, por qué me gustaría beberme tus lágrimas con tal de quitarte toda la pena, la rabia y la frustración. Te has limpiado el rímel con una servilleta y te has colocado bien el vestido. Entonces al fin has articulado las primeras palabras, un “cuánto tiempo”, y has arrastrado cada letra mientras caía la última gota, la número 83, directa a tus labios, sincera en su recorrido, hablando por sí sola y diciéndome todo lo que llevas guardando ahí dentro desde hace cinco años...que me echas de menos.

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