Aire (o cómo cerrar una puerta y abrir una ventana)

Tu respiración me pone de los nervios, parece que te ahogas y de paso me quitas el aire que a mí me falta. – ¿Acaso no te has dado cuenta de qué aquí no hay sitio para los dos? O te vas tú o me voy yo, y rapidito que se nos acaba el oxígeno. – Ah, ¿qué no te quieres ir?, pues yo tampoco. – ¿Y ahora qué hacemos?¿Contemplarnos hasta asfixiarnos?. – Yo no tengo nada que decirte, ¿y tú?. – Yo sólo quiero que me mires a los ojos, ¿o no puedes?. – Qué tonterías dices, ¿por qué? . – Por qué nunca has sido capaz de hacerlo sabiendo que me mentías. – Me ahogo, ¿y si renovamos el aire?. – No puedes, ¿te acuerdas de cómo éramos?. – Yo nunca quise hacerte daño. – Vitales, éramos vitales, al menos nos funcionaban los pulmones. – No quiero ahogarme. – Me aburro, me voy. – Te echo de menos. – Si todavía sigo aquí. Y en ese instante él la miró a los ojos pidiéndole que se quedara. – Sigues siendo un mentiroso, ¿te cierro la puerta, vale?

No hay comentarios:

Publicar un comentario