No me vengas con cuentos chinos

Una de mis dudas preferidas es qué hubieras hecho si yo no hubiera estado en el lugar y el momento adecuado; qué hubiera pasado si tú no hubieses venido aquí y yo nunca hubiera entrado allí; cuál hubiera sido el camino que habrían recorrido nuestras vidas, y si alguna vez hubiéramos llegado a encontrarnos. Pero la casualidad no me dio margen de error y nunca pude responder estas preguntas porqué te plantaste delante de mí cuando casi ni me acordaba de que existías. Cuando más encauzada estaba mi vida sentimental, cuando destilaba tanta alegría y sonreía continuamente, cuando pensaba que por fin todo iba bien, apareciste tú para recordarme que tanta felicidad no puede ser buena. Es decir, te viniste a mi casa de gratis y ocupaste mi vida ofreciéndome un amor desbordante, una pasión rojo-carmín y una historia de película; y yo me lo creí, tanto que de hecho empecé a quererte hasta hace poco. Pero la cuestión es que todavía no logro entender cómo pudiste olvidarte de todas las promesas en tan pocos días, y ya que no puedo despejar mis dudas iniciales, me veo obligada a intentar resolver las que fueron de verdad, las que dolieron, las que durante meses me amargaron la existencia; y yo, sinceramente, cada vez tengo más claro que nunca debí dejar que te metieras en mí cama, ni que me miraras a los ojos, ni que me trajeras croissants para desayunar aunque no te gustara el café de mi cafetera; ni tan siquiera debí dejar que te sentaras en mi sofá aquella primera noche y me calentaras los pies porqué hacía mucho frío. Digo yo que una estufa hubiera sido suficiente. Así que por favor, ahora que ha pasado el tiempo y no me apetece meter el corazón en un crucigrama, no me vengas con cuentos chinos.




Viniendo a cuento, hoy cambio el cine en corto por una canción, ea.

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